Seis voluntarios de Perú y Chile comenzaron su voluntariado en Alemania a principios de año. (Una voluntaria del año anterior ha prolongado su servicio seis meses más). En su primer seminario nos contaron cómo les va en su aventura de «servicio voluntario global»: por qué el comienzo fue un poco accidentado, cómo es el día a día en el trabajo y qué hace tan especial a Alemania.

«Bienvenidos al servicio de voluntariado 2022»: así rezaba el correo electrónico con el que seis voluntarios de Perú y Chile iniciaron su «aventura alemana». Ya habían recibido este mensaje en mayo de 2021, informa Raúl, voluntario en Ursberg – un pueblo especialmente diseñado para personas con discapacidades físicas y mentales. Pero antes de que él y otros cinco recién llegados viajaran a Alemania, donde iban a trabajar como voluntarios en instalaciones sociales gestionadas por la Dominikus-Ringeisen-Werk, había mucho que hacer.

Un año lleno de burocracia alemana

«Todo empezó con las noticias, un año lleno de cosas que hacer y documentos que obtener», dice. Los demás voluntarios también recuerdan todo el papeleo que supuso preparar su año en el extranjero. Mirando atrás, Karol dice que fue muy útil que los voluntarios se ocuparan juntos de los pasaportes, las citas en la embajada, los visados y otras necesidades organizativas. Y también permitió a los voluntarios conocerse mejor, al menos virtualmente. El tiempo de preparación pasó rápidamente para todos. El voluntariado estaba cada vez más cerca, dice Pamela, voluntaria en Augsburgo. «Cuando me enviaron los billetes de avión, pensé: »¡Vaya, esto es real!». Cuando por fin consiguió el visado, todo se hizo aún más real. «Me sorprendió lo rápido que había pasado el tiempo».

Último obstáculo antes de la partida

Los voluntarios supusieron que lo peor había pasado con el papeleo, recuerda Raúl. Pero aún quedaba un obstáculo por superar: Para entrar en el país, los voluntarios tenían que presentar una prueba de PCR negativa. En aquel momento, el número de infecciones en Perú aumentaba cada día. Por lo tanto, hasta el día de la salida no se sabía si podrían volar: «Nadie podía dormir la noche anterior al vuelo por miedo al resultado». El día de la partida, llegaron las pruebas del laboratorio: «Iba de camino al aeropuerto y el resultado de la PCR dio positivo», informa Estrella, voluntaria en Augsburgo. Pamela también se había infectado con el coronavirus, así que sólo Karol, Franco y Raúl viajaron desde Perú. Al mismo tiempo, Sofía emprendió su aventura «alemana» desde Chile. Tras una escala en Madrid, donde los voluntarios de Perú se reunieron con Sofía, los cuatro llegaron finalmente al aeropuerto de Múnich. Después viajaron todos a Ursberg, donde Sofía, Raúl y Franco viven en un piso compartido. Unos días más tarde, Karol se dirigió a Nördlingen, donde trabaja en una guardería.

Llegada a Alemania: frío, semáforos y horarios

«La sensación de haber llegado por fin, después de todos los preparativos, después de despedirme de mi familia y amigos, después del largo viaje, ¡fue increíble!», dice Sofía. «Llegar fue un cambio total de lugar o de ciudad», relata Raúl. Cuando llegó y de camino a Ursberg, ya le gustaba todo, desde el frío hasta las calles y las casas. Los voluntarios también se sienten como en casa en Ursberg: «Todo el mundo es muy amable, la gente saluda por la calle, se respetan los semáforos, el horario es muy importante y son muy puntuales, lo cual es genial.»
Franco, que trabaja en Ursberg en un grupo de jóvenes discapacitados, también se siente allí como en casa: «Aquí hay paz». Para él, las primeras semanas allí fueron de adaptación a la cultura, la comida, el clima y el idioma.
Para empezar con buen pie en su trabajo diario, los voluntarios, que habían llegado sin conocimientos de alemán, asistieron a un curso de alemán en línea. Pamela y Estrella participaron desde Perú. «Hicimos clases de alemán online, por la diferencia horaria tenía que levantarme a las 3.30 de la mañana, lo que era agotador», cuenta Estrella. Mientras los demás ya habían empezado su servicio voluntario, ellas viajaron finalmente a Ursberg a principios de febrero y Pamela a Augsburgo.

Una cálida bienvenida al trabajo

La mayoría de los voluntarios trabajan por primera vez en el sector asistencial. Estrella trabaja en Ursberg con un grupo de niños discapacitados; nunca antes había tenido contacto con el trabajo en este ámbito, dice la voluntaria. «Me voy adaptando poco a poco, al fin y al cabo es gratificante ayudar».
Los demás también se han adaptado bien a la rutina laboral diaria: «Empezar a trabajar fue una experiencia maravillosa», dice Sofía, que trabaja en una residencia para personas sordomudas. «El ambiente en mi lugar de trabajo es estupendo, el personal de los otros grupos también es amable y los residentes de los otros grupos que merodean por el edificio siempre tienen una sonrisa para ti». Después de mes y medio de trabajo, además, cada vez entiende mejor el alemán y también se lleva bien con el lenguaje de signos de Ursberg, que algunos de los voluntarios también están aprendiendo.
Raúl también cuenta que han aprendido mucho en el poco tiempo que llevan aquí. Le gusta poder ayudar tanto con su voluntariado: «Me encanta mi trabajo, he aprendido mucho en este poco tiempo. Hago muchas cosas por mi cuenta y me comunico más con mis residentes que con mis compañeros. Me gusta mucho el lenguaje de signos y disfruto mucho pudiendo ayudar a todo el mundo».
Franco trabaja con un grupo de jóvenes de 17 a 20 años: «El trabajo a veces puede ser agotador, pero con paciencia todo va mejor. Día tras día vivimos nuevas aventuras, momentos y situaciones que completan esta gran experiencia de voluntariado.»

La barrera del idioma causa problemas iniciales

Pamela y Karol, que no trabajan en Ursberg, también han empezado con buen pie su voluntariado: «Antes de empezar a trabajar, estaba nerviosa porque pensaba que el idioma sería un problema para mí. Afortunadamente, mis compañeros han sido muy amables, todo me va muy bien y espero seguir aprendiendo el idioma», dice Pamela.
Karol también cuenta que siente que todo va muy bien en el trabajo. «Tengo muy buenos compañeros y mucha gente que me ayuda». Sin embargo, las primeras semanas fueron un poco complicadas para ella porque era la única voluntaria que vivía en Nördlingen. «Ahora que ha pasado el tiempo, me siento muy a gusto en Nördlingen, pero sigue siendo un poco difícil hacer amigos». La barrera del idioma, en particular, dificulta hacer amigos. Sin embargo, el apoyo de su centro de prácticas le ha sido de gran ayuda en esta situación. «Tengo muy buenos compañeros y mucha gente que me ayuda, como Doris, a la que agradezco mucho que siempre esté pendiente de mí». También está aprendiendo alemán e inglés, lo que le ayuda a comunicarse cada vez mejor. «Poco a poco, también voy conociendo a gente que habla español, lo que me hace muy feliz porque te das cuenta de que hay una gran diversidad de culturas, aunque estés en la otra punta del mundo», dice.

La aventura del voluntariado internacional continúa…

Los entrantes aún están en la primera mitad de su año en el extranjero, en Alemania. A veces no se da cuenta de que ya está aquí, dice Sofía. «A menudo voy por la calle o hago algo en casa o en el trabajo y pienso: ‘Vaya, ¿de verdad estoy en Alemania? Estoy tan lejos de mi país’. Es una locura pensarlo».
Los voluntarios están llenos de expectativas para el futuro: «Todavía nos quedan unos buenos seis meses por delante y muchas expectativas. Y por supuesto, al final de nuestro voluntariado, tendremos una nueva visión del mundo y seremos personas diferentes», dice Franco.

Karol dice: «Creo que esto es sólo el principio de más capítulos en un año lleno de aventuras, nuevos lugares que conocer, nuevas personas que conocer y conocer otra parte de mí misma».